Para establecer
una buena relación con los niños es necesario que a uno le gusten los niños, y
no sólo los sanos y felices, sino también los enfermos, que muchas veces se
muestran cansados, inseguros y asustados.
Los siguientes
requisitos consisten en comprensión, paciencia y honestidad. Es necesario
comprender dentro de lo posible los miedos, las necesidades y los deseos de los
niños.
Se debe tener en
cuenta que el niño posee un concepto inmaduro del mundo y que la enfermedad
conduce con frecuencia a conceptos erróneos y miedos injustificados sobre lo
que sucede en el hospital o en el centro de salud.
De hecho, ¿qué
puede pensar un niño pequeño sobre la gran cámara fotográfica que saca fotos de
lo que hay en su interior? Además, ciertas palabras pueden asustar a los niños.
Si un técnico le dice a otro que “dispare” para indicar que haga la exposición,
es probable que el niño empiece a gritar, debido a que piensa en el disparo de
un arma de fuego o algo similar.
Entre las demás
palabras que pueden asustar a los niños, dependiendo de su edad, se incluyen
aguja, dolor, quitar, cortar, operación, cáncer, leucemia y otras muchas.
El personal
sanitario que trata con niños debe desarrollar una sensibilidad a la manera de
reaccionar los niños, a lo que se les dice y a la forma como lo interpretan.
Se necesita
paciencia para saludar a cada niño en la sala de espera, enterarse de su nombre
o apodo preferido, descubrir lo que les interesa y después explicarles en
palabras simples lo que se les va a hacer.
La comunicación
es más efectiva si se habla al nivel de los ojos del niño, lo que significa que
quizás convenga arrodillarse en el caso de los niños pequeños. En ocasiones el
niño pedirá que le describan varias veces el procedimiento, y tales
repeticiones pueden poner a prueba la paciencia del personal sanitario.
La comprensión y
la paciencia tendrán poco valor, sin embargo, si no se describe con honestidad
un procedimiento que probablemente resulte desagradable o doloroso, como
deglutir una suspensión de bario, introducir el líquido de un enema o
administrar la inyección para un programa intravenoso.
Nunca se ha de
decir a un niño que un procedimiento doloroso no le hará daño. A los niños
suficientemente mayores para comprender, se les debe proporcionar una
explicación previa.
El técnico tiene que aprender a observar y evaluar con rapidez el nivel de madurez y la capacidad de comunicación de cada niño.
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